Pregón
de Laura León Reina
En alusión a
la presentación que han hecho de mí, me gustaría decirles que hoy no vengo aquí
como cíentífica, ni mucho menos, sino como mujer como hija, como Archidonesa y
como madre.
Sra.
alcaldesa, concejalas de cultura y fiestas, poetas, corregidoras, mayordomo de
la Virgen de Gracia, autoridades y vecinos, es para mí un gran honor estar aquí
esta noche, como Archidonesa es un orgullo muy muy grande poder dar apertura a
nuestra fiestas. En primer lugar me gustaría agradecer a los que se han
acordado de mí que me hayan brindado esta oportunidad, agradeceros también a
todos vosotros que estéis aquí escuchándome, agradecer y pedir perdón a mis
hijos y a mi marido a los que estoy continuamente robándoles tiempo y en último
lugar agradecer a mis padres que me dieran la vida, que me hicieran archidonesa
y que me regalaran tantas y tantas ferias, gracias mamá, gracias papá.
Precisamente
fue el día de San Juan cuando empecé, cuando me senté a escribir en una libreta
vieja mientras mis niños jugaban en el salón, los perros se tumbaban al fresco
y Rafa intentaba mantener el orden. Aquel día comencé a escribir las palabras
que esta noche voy a intentar que salgan de mi boca.
Estaba allí
sentada, pensando qué escribir, qué contar y simplemente el hecho de imaginarme
aquí esta noche ya me estaba poniendo muy nerviosa; no tan nerviosa como estoy
ahora pero sí, muy nerviosa. Fue entonces cuando se me ocurrió una idea,
intentaría centrar mi historia en una feria cualquiera, una de las 39 ferias
que he vivido y dije bueno, ipor qué no? Voy a elegir aquella feria en la que
me vi un día como hoy aquí, en nuestra plaza ochavada. Aquí estaba yo con 9
años pasando calor; vamos, que no hay nada más que ver las fotos, mi madre me
decía, "chiquilla has salido en todas con las piernas abiertas, vaya
tipo". Era un día muy caluroso de Agosto y al igual que hoy pasaban a
buscarme para venir aquí, a este precioso y mágico lugar, lugar geométrico y
recto, matemático y artístico, poético y de ensueño. Por aquel entonces el
decorado de la plaza era otro, pero su esencia era la misma, esta esencia, este
olor y este color sólo se han visto manchados en contadas ocasiones. Bueno,
vuelvo que quien me conoce sabe que me gustan más las ramas que el árbol. Pues
allí estaba yo, escuchando a poetas decir poesía y al pregonero contar su
historia. Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero no quiero centrarme en
ellas, quiero ver sólo lo que huele a diversión, a alegría y jolgorio, sólo Io
que huele a feria.
Aquella noche
estuve aquí sentada con mi vestido de raso de color turquesa que me había hecho
Rosario la costurera, mi chaquetilla de terciopelo negra, mis medias bancas y
una redecilla de seda con pompones de color turquesa que me hizo la abuela de
Rocío sencianes. como ya he dicho antes, aquella noche hacía calor y mi madre
me había comprado un abanico muy mono, de encaje blanco, el aire traspasaba el
encaje y ni se meneaba con el vaivén del abanico, vamos, que no abanicaba, así
que aunque tengáis calor "no quejarse" que vuestros abanicos por lo
menos hacen aire. El pregón y la feria a la que me refiero es la del año 1986,
un año como cualquier otro y una feria como cualquier otra; así que aquella
noche, aquel pregón, supusieron el comienzo de la "prefería" de 1985.
Y es que la feria siempre ha tenido tres partes bien diferenciadas, la
preferia, la feria y la postferia.
En la prefería
de 1986 hacía calor, como siempre o casi siempre en Archidona en Agosto, los
días eran largos e interminables y como aquello del aire acondicionado era cosa
de Bancos y cajas de Ahorros, allí estábamos, soportando las altas temperaturas
como buenamente se podía. Mi madre se iba a trabajar muy temprano, a eso de las
6 comenzaba a coser en la cooperativa Stella Maris. Yo también solía madrugar y
aunque fuera verano no me levantaba después de las nueve, casi siempre antes
que mi padre y mi abuela, mi hermana era más remolona y aprovechaba hasta las
10:30 o las 11, así que para los repiques de las 12 ya estábamos todos en pie.
Vivíamos en el camino del santuario, en Ios que se llamaban pisos nuevos y
nuestro piso miraba a la sierra, por tanto nada más abrir la ventana veíamos la
ermita y de allí provenían los repiques que a mí y a mi hermana nos hacían
bailar en el balcón, era algo así como tin tin tin tin....Éramos niñas y ya
sabemos que los niños lo bailan todo, pero aquel bailecillo llevaba oculto una
alegría extra, llevaba oculto ese aroma que avisa la llegada de días de
diversión, de reencuentros, de baile, de columpios, de algodón de azúcar; de
patatas fritas, de turrón, de manzana dulce, de FERIA. Estos repiques son como
el olorcillo que te viene de la cocina cuando tu madre está haciendo la masa
para los rosquíllos de Semana santa, es un olorcillo que te dice, ya mismo ya
mismo llega lo bueno, así que hazle hueco.
En la
prefería, es cuando llega toda la gente al pueblo, cuando digo toda la gente me
refiero a aquellos que son cercanos pero que ya no viven aquí y que al igual
que nosotros esperan con desazón los días de nuestra fiesta grande. Llegaban
los amigos de mis padres que habían emigrado a Gerona y llegaban "los
primos de Valencia" y con ellos se llenaban nuestros días y nuestras noches,
disfrutando en la piscina municipal, en el pantano, en el Capacha, en el Bar
Daniel, en el Suizo, ay! como me acuerdo de Marcos, tenía algún año más que yo
y no había noche que fuésemos al Suizo que no entrásemos a la cocina a
saludarlo. Recuerdo aquellas noches en la plaza, sentada con mi hermana en los
jardines, siempre estábamos por allí deambulando, corriendo y gritando
alrededor de aquella fuente central, tanto corríamos que en una de las veces mi
hermana se calló a la fuente, pero no penséis que en la prefería, ni en la
feria, ni en Agosto, se calló en Enero y pasó la "pobretica" más frío
que un perrillo chico. Bueno volviendo a nuestra historia, nunca se disfrutaba
más y se comía mejor que en aquellos días, pero si algo recuerdo y quiero
compartirlo con vosotros son los montaditos que hacía Mercedes la de Daniel,
que buenos estaban, y sólo eran dos panes y un filete, ni kétchup, ni mayonesa,
ni "na de na", ahora que sabían a gloria. Esta mujer tenía unas manos
increíbles para la cocina. También me acuerdo de los cangrejos con tomate,
estaban picantillos y buenísimos, estos cangrejos los pescaba mi padre en el
río y Mercedes los cocinaba para él y para mi madre, para mi tía M Dolores y mi
tío Paco, para la Pepi de Lino y Juan, para la Dulce y Paco y por supuesto para
todos sus primos y los que se quisieran unir. Estos primos de mi padre
"invadían" nuestros corazones, y por qué no decirlo, también la casa
de mi abuela Antonia, mira que la casa tenía camas, un montón, pero seguían
haciendo falta colchones en el suelo. En aquellos días la casa de mi abuela
parecía una pensión, mi abuela todo el día quitando cosas del medio, limpiando
y haciendo de comer y mi abuelo Manuel, "el pobre" no tenía donde
meterse, refunfuñaba por lo bajini, pero eran un matrimonio tan bien avenido,
tan entero y tan unido que cualquier discusión era imposible. Mis abuelos eran
grandes, muy grandes, muy buenos, muy lindos y muy bonitos, por dentro y por
fuera.
Aquella gente
de fuera nos hacía darnos cuenta de lo que teníamos, pues era tal su añoranza
que aprendíamos a valorar mucho más nuestra Archidona.
En la prefería
había campeonatos de fútbol y fútbol sala, de baloncesto, de natación y también
había un concurso de pesca, organizado por la peña “El carrete" de la que
mi padre formaba parte, en este concurso se iba al pantano a pescar y yo no sé
si mi padre era bueno o malo pescando, pero eso sí, todos los años traía un
trofeo. Pero no sé por qué me da a mí, que había casi el mismo número de
trofeos que de participantes, no hay nada más que ver las fotos que mi madre
tiene guardadas, ay madre mía que pintas.
En la prefería
quedaban muy poquitos ratos libres, el de la siesta y por la noche para dormir.
La siesta Ia pasábamos tumbados en una manta en mitad del salón; que buenas
tardes echábamos, que buenos recuerdos tengo de mi infancia, como se querían
mis padres, ojalá Rafa y yo sepamos transmitir
ese amor a nuestros hijos. Y las noches, antes de dormir, sacábamos uno
de Ios síllones al balcón y allí nos tumbábamos a ver las estrellas, que
silencio, que paz, que envidia me provoca este recuerdo, ¿puede uno envidiarse
a sí mismo? Pues sí, porque yo envidio estos momentos.
En aquella
prefería también sucedió algo especial, algo que dio pie a la feria tal y como
la conocemos hoy día, fue el primer año de concierto. Aquel año la cofradía de
la Humildad organizó un concierto en el campo de fútbol, el grupo invitado fue
LA uNlóN, fue un "pedazo" de concierto, el grupo era muy puntero y la
novedad hizo que fuese mágico. Mi padre estaba colaborando en la barra y no sé
cómo y no se lo digáis a nadie pero creo que nos colamos sin pagar, al menos mi
madre y yo, mi hermana era todavía muy pequeña. Este concierto fue el primero y
por las ferias ya vividas, sabemos que no el último. lncluso le sucedieron
otros mejores, recordad el de olé-olé o el de Celtas Cortos, simplemente
geniales.
En la prefería,
había un día en que todo amanecía distinto, el bailecillo de los repiques era
más intenso, al fin llegaba la FERIA. El día 14 el llano se llenaba de gente,
desde por Ia mañana había trasiego de coches; los de los puestos comenzaban a
montar y el vaivén de furgonetas hacia la Virgen y el ambulatorio (me refiero a
donde estaba antes) era incesante, casi no dejaba dormir la siesta. Desde muy
temprano la gente comenzaba a subir llenando el camino a la ermita. Recuerdo el
bullicio y el jaleo mientras mi madre nos vestía. Aquel año participaba en la
cabalgata y esto era algo especial, Disfruté un montón de la carroza, de tirar
papelillos y de saludar. También disfruté de no estar al alcance de los
gigantes y cabezudos que tanto miedo me daban y que tanta curiosidad
despertaban en mi.
El día L4
siempre ha sido un día mágico, bueno más bien la noche del 14 al 15. Todos los
archidoneses y las "gentes" de alrededor subimos a saludar a nuestra
patrona. subimos contentos, cantando, tocando palmas y demostrando nuestra
alegría a esa señora que domina desde las alturas el fervor de nuestro pueblo.
Que romería más sencilla, que romería más bonita, tenemos que hacer que
perdure, que jamás se pierda, porque es nuestra, es nuestra identídad y la
queremos y la vivimos. Cuantas cosas no han pasado de camino a la Virgen en
esta madrugada, cuantos besos perdidos, cuantos achuchones, cuantos secretos
que al bajar ya no lo eran, repito UNA NocHE MÁGlcA.
Sigo
la senda por un camino sombrío
sigo
la senda aunque no hay luz que la marca
son
dos líneas blancas las que delimitan el camino
y
un corazón el que marca el ritmo,
Veo
sombras que esconden rostros
oigo
voces de gente conocida
escucho
cantos de alegría y desenfreno
me
dejo ir y me uno a la subida.
Arriba
se divisa una casita blanca,
arriba
se ve una preciosa ermita,
siento
la paz que me produce, estoy llegando;
quiero
llegar antes de que comience el día.
Mi
patrona está alfondo de la sala
es
la madre que cuida de todos nosotros
nos
acoge, nos da calor y alivio
nos
consuela, nos llena con su cariño.
Madre,
hasta aquíhemos venido a saludarte,
dinos
algo para emprender de nuevo el camino
y
lo que siempre nos dice nuestra madre
es
VIVID que para eso habéis nacido.
Bueno, pues ya
estamos en FERIA, Ia luz sale y mientras comemos churros con chocolate vemos
como empieza el día 15, el día de nuestra Virgen de Gracia y espero que la
Virgen no se moleste, pero también el día de mi abuela María. Aunque esta noche
habíamos dormido poco, siempre estábamos deseando levantarnos para felicitara
mi abuela,para ella el día de su santo era mucho más importante que el de su
cumpleaños, es que eso de sentirse más vieja no le gustaba mucho. Para
ayudarnos a levantarnos estaba el hombre de los turrones, siempre se ponía en
el ambulatorio y comenzaba a recitar sus lotes de turrón, este hombre ha pasado
de pesetas a euros pero lo del turrón de piña para el niño y la niña lo sigue
diciendo como el primer día. En aquella feria, en la de 1986, aún no había
feria de día, los bares estaban llenos y había eventos por la tarde noche,
carreras de cintas, ginkana automovilística. Mi tía Visi solía venir este día a
Archidona, con mis primas y por supuesto con mi tío Julián, y desde muy
tempranito mi abuela estaba en su casa preparando arroz con conejo, este era el
menú del 15 de Agosto, arroz con conejo. Curioso menú, sobre todo porque nunca
nos lo comíamos; mi abuela lo guisaba pero también se acicalaba, se colocaba su
mejor vestido, se peinaba y hasta se echaba un poquito, bueno retiro lo de
poquito, hasta se echaba colorete. Cuando aparecíamos por su casa y mi padre le
decía “María, para qué vamos a comer en su casa? Véngase usted y comemos por
ahí”, ella decía con su bolso colgado y con la llave en la mano, “pero si ya
tengo el arroz hecho". Vamos, que terminábamos comiendo donde sea y
celebrando el día grande de Archidona y de mi abuela. De mi abuela no tengo más
que decir que era mi segunda madre, era única y especial. Y recordando a mi
abuela tengo que acordarme también a su vecina Ascención y por supuesto de Rocío,
desde aquí les mando un beso, sé que no me están viendo pero espero que alguien
se Io haga llegar. Tras el día de ajetreo tocaba descansar un poquito, que por
la noche había jarana.
Durante todos
los días de nuestra fiesta mi madre nos vesla con nuestros mejores vestidos,
nos ponía muy guapas y salíamos de FERIA: a disfrutar de las casetas en donde
se comían buenos pinchitos, montaditos y tortilla; a disfrutar de las
actuaciones siempre había alguna que merecía Ia pena en el recinto ferial,
solían bailar las niñas de los colegios o de las amas de casa, traían grupos de
teatro o marionetas, humoristas, etc...hasta creo que durante esta feria de
1986 vino el Dúo Sacapuntas, os acordáis de aquello de 22, 22, 22?. Por
supuesto disfrutábamos de los cacharritos, del TRlNEo, no tenía guasa el de la
casetilla. También nos gustaba tirar dinerillos al turrón y ver los puestos,
como no había chinos, todo era novedoso y singular. Pero sin duda, lo más
importante de nuestra feria, lo que le daba su toque especial era la verbena,
aquella caseta del paseo que tantos y tantos buenísimos ratos no hacía pasar.
La caseta oficial no era gratis, la entrada tenía un precio y por Io que
recuerdo no muy barato, mis padres siempre estaban discutiendo sobre qué día
entrábamos, el 15 porque era el 15, el 17 porque era el cotillón, el 16 porque
daba cosilla no entrar y el 18 porque era el último, vamos que al final
entrábamos todos los días, pero este año no había problema ni discusión, por
ser dama de honor me habían regalado un abono para la verbena y esto era un
buen regalo, así que al menos durante aquella ferla no hubo que ir a la Cilla a
comprarle las entradas a Montero.
Mis padres,
sus amigos y los primos de mi padre solían reservar una mesa muy larga en la
verbena, una mesa con un montón de sillas, por lo menos 20 o 30. Recuerdo que
se turnaban cada noche para ver quién entraba a la caseta muy tempranito para
coger la mesa, compraban bebidas y refrescos y las guardaban en cajas bajo la
mesa, aquello estaba muy preparado y allí echábamos el resto de la noche,
bailando, hablando, riendo, contando chistes (por aquel entonces yo no pillaba
casi ninguno), pasándolo en grande. Yo me "inflaba" de bailar con los
niños y niñas del resto de gente de la mesa, casi siempre era la primera, justo
pegando al escenario. Siempre nos amanecía en la verbena y siempre escuchábamos
los primeros repiques allí o de camino a la casa. Me encantaba, me encantaba
bailar, me lo pasaba en grande, me encantaba el olor de la madrugada y su
color, su fresquito y su calma, ime encantaba!. Cuantas canciones no hemos
bailado, la de la mané, abusadora, mil pasodobles y por supuesto "Paquito
el Chocolatero", como disfrutaba toda la gente con aquel meneíto para
delante y para atrás' Que buenos años, que diversión más sana.
En aquella
feria del año 86 hubo Teatro lnfantil en el cine, lo protagonizaban niños de
los tres colegios y de un grupo de teatro municipal. Vinieron las marionetas de
la televisión europea, hubo noche flamenca con cantaores locales y diversos
grupos de copla y bandas tocaban en el recinto ferial, entre ellas el grupo de
Manolo Santana iAljibe se llamaba). Actúo el dÚo sacapuntas y hasta hubo música
sudafricana. Las noches estaban repletas de cantes y actuaciones infantiles y
musicales y los días de actividades de ocio y deportivas. Como os podréis
imaginar toda esta información la he sacado del libro de Ia feria (aún no se
llamaba revista Repiques), me ha encantado leer y estudiar este libro a fondo,
es muy "vintage", por supuesto en blanco y negro y muy de imprenta y
muy poco informatizado. De este libro aprendí el origen pagano de nuestras
fiestas, fiestas que se realizaban en los pueblos agrícolas una vez concluidas
las tareas del campo y que posteriormente se intentaron cubrir con un barniz
religioso. De la revista me llamó muchísimo la atención que se publicaran las
comisiones de trabajo de los señores concejales durante los días de feria, nos
contaban detalladamente día por día quien estaba en cada sitio: el
"Chocolate" en el recinto, lsidro en la verbena, Puri Jiménez en la
actuación flamenca, etc...digo yo que sería por si algo no te gustaba que
pudieses reclamar en el momento. También destaca la carta a los paisanos del
señor alcalde, Jose Luís Solis, en ella Jose Lúis deja entrever una futura obra
de nuestra plaza para que quede diáfana y también habla del ambulatorio, del
primero que tuvimos y que ahora tiene otro uso, según la carta del alcalde en
aquel entonces este ambulatorio era un proyecto inacabado que daba muchos
quebraderos de cabeza.
Pues así
pasábamos toda la feria, durmiendo poco, comiendo mucho, bailando más y riendo
a carcajadas como no lo solíamos hacer durante el resto del año. Pero todo se
termina y con nostalgia afrontábamos nuestro último día, el día 18. Para colmo,
en la feria de 1986 el día 18 era Lunes. Pues bien, llegamos a los cohetes, a
la TRACA FINAL, que miedo me daban, no sabía dónde meterme. Estos fuegos
artificiales significaban el fin de nuestra fiesta, pero era un fin con un
poquillo de tregua, todavía teníamos media noche para disfrutar a lo grande.
Esta fue mi
feria de 1986, pero he vivido muchas más, mi adorescencia, mis borracheras, mis
"roneos", mi novio ahora marido, mis embarazos de pies hinchados de
camino a Ia ermita, mis niños, ellos son el comienzo de todo, ellos aprenderán
y vivirán miles de ferias. Son muchos los que se han unido a mi vida, son
muchos los que se han unido a mi feria y aunque penséis lo contrario, no he
perdido a nadie, están conmigo, en las risas, en los cantos, en los bailes, en
la FERIA, porque en la feria todo huele a felicidad, todo huele a vida.
La FERIA ha
cambiado mucho desde entonces, pero no en su esencia, aunque sí en escenario y
solera. Ahora tenemos feria de noche y de día y hasta recinto ferial. Esto
tíene partes buenas y malas, pero si algo añoro, si algo echo en falta son
aquellos paseos por la calle de virgen de Gracia arriba y abajo, digan lo que
digan y me cuenten lo que me cuenten no es lo mismo.
Hemos ganado
en espacio, en comodidad, han ganado los vecinos de alrededor de calle
Gallardo, que ahora, si quieren, duermen tranquilos. Pero bueno, nos
acostumbraremos, es que yo personalmente todavía no me he acostumbrado. Pero es
lo mismo que cuando empezaron a surgir las casetas, yo recuerdo que mi padre no
lo veía con buenos ojos, y sin embargo que buenos ratos hemos pasado en La Arcá
de Noé, en Chambao, la Teta Enroscada o los Makanas. Que "pechás" de
bailar nos pegábamos en plena calle, con desnivel y con tacones.....yo creo que
ahora no soy capaz de hacerlo. Al igual que nosotros la FERIA cambia y
evoluciona, cambia la música; imaldito reggeatón I empezamos por el tiburón y
el King África y ahora estamos con Pit Bull y con quien se tercie, esperemos
que mañana no sea Donald Trump el que se meta a cantante. Ha cambiado nuestra
ropa, ahora ya no vestimos como antes, pero no me refiero sólo a la moda, antes
el día 14 era de obligado cumplimiento llevar vaqueros, camiseta y zapatillas
cómodas, ahora ya vestimos como cualquier otro día y antes, el día 15 tenías
que ponerte Io mejor del armario, ahora ya va siendo un poquito más relajado.
Han cambiado los columpios, ahora llevan luces led y todo esto, bueno, menos el
tren de la bruja que no cambia, ese chiquillo no puede tener más brechas en la
cabeza, yo creo que hay tanta gente mirando desde fuera esperando el momento en
el que se empotra con la parte superior del túnel, pero no, él sigue y sigue, y
esperemos que siga y que no se tenga que acordar de mi por "boca de
cabra". Ahora se necesita el carnet de manlpulador de alimentos para todo,
antes no había nada de esto, pero me da a mí que todo estaba más limpio y más
bueno. Han cambiado hasta las orquestas, no recuerdo si fue el año pasado o el
anterior pero vino una orquesta a la verbena que parecía que habían sacado del
casting de Mujeres y hombres y viceversa, cantaban regular, pero se meneaban de
lo lindo, y había para todos los gustos así que tenían a media Archidona
pendiente de ellos y a la otra media esperando a que los niños terminaran en
los cacharritos para ir a mirar. La verdad es que sí, todo cambia y evoluciona,
pero la diversión, las risas, los bailes, los reencuentros perduran y esto es
lo que de verdad importa en FERIA.
Como os decía
al principio, después de toda feria está la postferia. La postferia son aquellos
días tras las fiestas en los que se ve cómo se va apagando el verano. La gente
que llenaba Archidona se va y el pueblo queda como siempre, con los de siempre.
En principio la postferia puede oler a aburrimiento, a nostalgia, a resaca;
pero también significa tranquilidad y sosiego. En la postferia todo vuelve a su
sitio, a su lugar y oficio y Archidona vuelve a ser aquel pueblo tranquilo de
siempre, aquel pueblo en el que se vive de maravilla y en el que se respira aún
mejor.
Pueblo
de casas blancas y fachadas encaladas,
pueblo
pulcro y deslumbrante
tus
calles suben y bajan mostrando un camino
hacia
la Plaza Ochavada llevan al caminante.
Tus
miles de iglesias muestran tu grandeza
los
escudos de las puertas tu señorío
el
campo que te rodea da fe de tu oficio
la
nobleza de tu gente tu orgullo y tu poderío.
Desde
hace miles de años se habitan tus tierras
muchas
historias en ellas han transcurrido
has
sido princesa, has sido reina,
siempre
mujer de corazón frío.
Para
mi te quiero señora de blanco
para
mi tu gracia, para mi tu estilo
alarga
tu mano que la agarre fuerte
sujétame
en tu seno llámame hijo.
Que bonita es
nuestra tierra, que grande es Archidona, que vivan sus fiestas y su gente.
Disfrutad de los repiques, disfrutad de la siesta, disfrutad de los días de
calor y de las noches de fresco, de las estrellas y de la Luna, del color de
nuestro cielo, disfrutad la feria, vividla a tope, disfrutad de nuestra
Archidona que es para VlVlRLA!!!
Que viva la
Virgen de Gracia, y que viva la FERIA!!!
PREGON JOSÉ GARCÍA AGUILAR
¡Buenas noches, Archidona!
¡Hacia el Cielo a nuestra Reina y Señora!
¡Va por los que se fueron que tanto
quise!:
Yo quisiera volar hasta tu Ermita
Y postrarme de hinojos a tus pies,
Decirte cuán te quiero, Madrecita,
Y alfombrar de flores tu dosel.
Yo quisiera... mas como no tengo alas
Que me lleven volando hacia ti,
Es mi pobre corazón el que vuela
A implorar lo que te voy a pedir:
Concede, Reina y Señora a este pueblo,
Que desde el cerro contemplas sinfín,
Trabajo a quien lo busca con denuedo.
Tu eres nuestra esperanza y alegría,
De las penas y lágrimas consuelo.
¡Para mí lo eres
todo, Madre mía!
Señor Alcalde, señores miembros de la Corporación
Municipal, señoritas corregidoras y damas, distinguidos poetas, amigas y
amigos, ciudadanos todos de esta noble y hospitalaria ciudad de Archidona: Cuando
desde el Ayuntamiento se me hizo la oferta de ser el pregonero las de Fiestas
de agosto, lo primero que hice fue consultar a los míos. En sus respuestas hubo
división dé opiniones, desde el prudente - “haz lo que quieras, yo no digo
nada" de mi mujer, hasta el Adelante, tú eres capaz", pero hubo alguno
de mis hijos que me soltó sin más: "Papá, ¡tú no pegas!"; aquella
expresión me tuvo cavilando unos días y dilató mi respuesta. Al fin, el amor a mi
pueblo pudo más y aquí me tenéis dispuesto a afrontar el desafío, Pues ¡no sé
decir NO cuando Archidona me requiere!
Desde luego que me gustaría ser joven para pegar; a quién no cuando ha dejado de serlo. Me gustaría ser joven para poder compartir desde esa juventud física ya pasada las alegrías y excesos de estas fiestas con la intensidad con que los jóvenes saben vivirla. Me gustaría ser joven para tener una segunda oportunidad de comenzar de nuevo trabajar luchar y ensoñar por ti, Archidona, contribuyendo con mis trabajos y desvelos a hacerte la más próspera, culta, hermosa y floreciente ciudad que todos los que te queremos deseamos.
La juventud y fortaleza físicas son flores efímeras que se marchitan, pero la auténtica juventud emana del espíritu y es él quien mantiene despierta nuestra mente e ilusionado nuestro corazón Por eso, porque me siento joven de espíritu, me he atrevido a subir a esta tribuna para pregonar a los cuatro vientos que las próximas fiestas en honor de Nuestra Santísima Virgen de Gracia, cumpliendo un nuevo ciclo anual, van a comenzar.
El pregonero de las fiestas agosteñas, en su cometido, tiene el privilegio de coincidir con la clausura de un clásico y prestigioso certamen poético cuyos orígenes se remontan a los Juegos Florales Hispanoamericanos, que en su primera edición, aún sin apelativo, se celebraron en mil novecientos sesenta siete y cuyas bodas de oro, llegado el momento, sugiero conmemorar. El pregonero, además tiene la suerte añadida de sentirse flanqueado, inspirado diría yo, por un florido y selecto ramillete de hermosas jóvenes y altivas archidonesas. ¡Pero qué maravilla! ¡Qué guapas y que porte tienen las mujeres de Archidona! Y qué me decís de las futuras promesas de mujer, preciosas niñas con carita de ángel. Con embeleso por tanta hermosura sin par, pero con el mayor acatamiento y respeto, saludo y presento mis credenciales a estas gentiles señoritas, corregidoras y damas de honor, a las que pido la venia.
Dedicado a nuestras bellas mujeres, de un poeta participante en uno de los juegos florales bajo el lema "Mediterráneo", que abierta la antigua plica ha resultado ser el abogado y escritor archidonés residente en Palma de Mallorca y primo de quien os habla, Antonio García de la Rosa, rescato un precioso piropo hecho soneto, titulado "Archidonesa":
Los tonos fuertes y a la par sombríos
De un sol que muere entre fulgores rojos
No tienen el encanto de tus ojos
Cuando los miro fijos en los míos.
Mirar tu
cuerpo produce escalofríos,
Delicadas, tus manos son antojos
De un Benlliure, y tu
talle manojos
De altos juncos cogidos
en los ríos.
Tiene tu piel frescor de mil rocíos
Que da la madrugada a los rastrojos,
Dulce corola de amores y amoríos...
De tu persona, la rosa tiene enojos
Y a tu paso quiere Poner abrojos...
¡Que a su belleza plantas desafíos"
Mi agradecimiento a la Comisión de Cultura, y al Pleno del Ilustre Ayuntamiento por haber depositado su confianza en mí. Espero no defraudar ni a los que me propusieron y apoyaron ni a los que vais a tener la paciencia de escucharme. También agradezco las halagadoras e inmerecidas palabras que me ha dedicado la presentadora, salidas sin duda de su corazón por el afecto mutuo que nos profesamos, engendrado éste en un vieio sentimiento de amistad y devoción cofrade en el Dulce Nombre. Muchas gracias, María.
Quienes ya pasamos de cierta edad acumulamos muchas
vivencias, la mayoría de ellas adormecidas en el baúl de los recuerdos. Sólo
necesitamos un poco de “Jornagueo" mental para que afloren burbujeantes
desde lo más profundo a la parte más externa del cerebro. En el bagaje de esas
centelleantes burbujas, que hacen fluir recuerdos de mi niñez, adolescencia y
primera juventud, quiero basar mi pregón.
A mi generación le tocó vivir en la niñez y adolescencia unos años bastante austeros, quizas por eso la vida nos forjó tan tenaces y duros, sin hacernos pasar por ese padecimiento tan socorrido y de moda ahora llamado trauma. Formábamos pandillas, luchábamos y nos peleábamos para al poco rato seguir siendo tan amigos; jugábamos en la calle a la pelota, a las bolas, al trompo, a los güitos, a marro y a pídola. No aprendimos a nadar en piscinas sino en albercas: en la del Rosalo, en la Tripa, en la Violina, en el Cayoya, o en el remanso de las Aneas del Arroyo Marín, a fuerza de ahogadillas y de tragar agua. Para bañarnos teníamos que recorrer andando entre ida y vuelta distancias de más de tres kilómetros con la única protección solar que el taparrabos colocado encima de la cabeza. Otras veces hacíamos el trayecto a la laguna en bicicleta para darnos un baño, tirarnos desde los yesos ó atravesarlia nado. Los que no tenían bicicleta la alquilaban por horas a Pepe "el del Barato". Al llegar a casa nuestras madres nos rascaban elbrazo con la uña para ver si nos habíamos bañado a hurtadillas o habíamos permanecido demasiado rato en el agua. Jugábamos al fútbol con unos balones con cámara y pitorro cerrados por un cordón de cuero que si se les daba un cabezazo por la parte acordonada se veían las estrellas. Cuando íbamos de excursión lo hacíamos en camiór y sin más asiento en el mejor de los casos que unos bancos de madera colocados en los laterales del cajón. Los que podíamos ir a la escuela, que por desgracia no éramos todos, la teníamos todos los día sábados incluidos, por la mañana y por la tardg sin más calefacción que un brasero de "piconilla" para los pies del maestro, y cuando salíamos, después de merendar un hoyo de pan y aceite o una onza de chocolate, nuestros padres, si podíary nos mandaban a clase particular para completar la jornada. Muchos usaban boina calada hasta las orejas para aliviarse del frío y sin embargo casi todos nos cuajábamos de sabañones.
El gazpacho para bebérnoslo fresquito lo enfriábamos en una botella metida en la pila, y en invierno con otra de agua caliente calentábamos nuestros pies en la cama. Dormíamos como lirones, sin más aire acondicionado que el que proporcionaba el sereno de la noche. Corríamos las latas en la víspera de Reyes rebuscándolas en los sitios más insospechados y de la más variada y poco escrupulosa diversidad. Mucho más podría seguir contando... que alargaría en exceso mi pregón.
Por eso, porque fue una época tan distinta que la mayoría no conocisteis, os voy a hablar de las vivencias y recuerdos de aquellas ferias pasadas durante los años del primer tercio de mi vida. Vivencias y recuerdos que causarán a los jóvenes cierta curiosidad y extrañeza, y a los que ya peináis canas seguro que os traerán nostálgicas añoranzas y gratos recuerdos.
La feria que disfrutamos ahora no es que sea mejor ni peor que las de antes, sólo es diferente. Cada tiempo hay que considerarlo dentro del contexto histórico, económico, social y político en que se desenvuelve, y yerra quien se empeñe en enjuiciarlo con óptica diferente. Sin embargo no hay duda de que el tiempo que tocó vivir a mi generación no fue de lo más propicio, pero siguiendo los dictados del refrán "a mal tiempo buena cara", supimos sacarle todo el jugo que las posibilidades y circunstancias de entonces nos permitían.
Los orígenes de la feria estuvieron en la idea de aprovechar la masiva afluencia de gente de toda la comarca a la romería de la madrugada del 14 al75 de agosto en honor de la Santísima Virgen de Gracia con el fin de promover e impulsar el comercio y, como no, fomentar las relaciones de parentesco y amistad entre personas de diferente vecindad. Esto fue lo que determinó que el consistorio estableciera una feria de ganados manteniendo como núcleo la festividad de la Virgen, que en los años que comentamos fueron los días 16,77 y 18 de agosto.
Mi primer recuerdo de aquellas ferias es de cuando tenía unos seis años: vestido de flamenco con mis zahones, botas de montar, camisa blanca de volantes y sombrero cordobés, montado sobre una borriquilla y acompañado a la gruPa por una bonita niña rubia, de carita redonda y ojos acaramelados: julita Manzano. Como éramos pequeños, íbamos acompañados de dos personas mayores, Antonio Medina y Margarita Fernández. Mi sentido recuerdo para él y muchos besos desde la lejanía para ella, a quien quiero y admiro porque fue para mí como una segunda madre. Ellos dos con sus respectivás familias, con mucha tristeza y dolor, tuvieron que pasar por el duro trance de la forzada emigración a mediados de la década de Io sesenta.
Las mañanas de feria de los años que os relato se celebraban en el Molino Don Juan. Dábanse cita allí labradores y ganaderos, "correores", tratantes y gitanos que llegaban de los cortijos y de las aldeas y pueblos vecinos con ganado de todo tipo, pero destacando siempre el equino, que ocupaba las hazas colindanles. Los "correores" hacían su agosto cerrando tratos; entre ellos quiero recordar porque ya destacaba, a uno muy popular y recordado por muchos de nosotros: juanillo "Chirivas", hombre íntegro y cabal, de buen porte,alto, espigado, de tez curtida, flamenco él donde los hubiera, calado siempre de sombrero y catana colgada al brazo. Cuando un trato se le ponía casi a punto, se chascaba con el dedo corazón el sombrero, echándoselo hacia atrás, al tiempo que por lo "bajinis" mascullaba: "¡Mecachis..., como se me escape este trato...!"
En el Molino Don Juan, en el cruce de la carretera con el Arroyo de las Piletillas existía una especie de balconada; en ella bajo un "chambao" se instalaba la Banda de Música Municipal amenizando las mañanas de feria. Al son del ¡chim-pum...! y de alegres pasodobles las parejas más osadas se atrevían a bailar ocupando la carretera. Digo lo del ¡chim-pum..'! no porque tocaran mal, que lo hacían muy bien sino porque en aquella banda de música los componentes más populares eran ni más ni menos que los dos que producían el sonoro compás: Artacho que tocaba el bombo y Capote que percutía los platillos. A la sazón, esta simpática coplilla les sacaron:
Artacho
toca el Bombo,
Capote los
platillos,
y en medio
de la Plaza
bailando
fandanguillos.
En ese mismo lugar del Molino Don Juan se celebraban carreras de cintas a caballo que atraían a los más avezados jinetes del pueblo y alrededores que, con sumo empeño y jactancia por lucirse ante su pretendida, trataban de ensartar una y otra vez con un lapicero las vistosas cintas de seda bordadas de forma sencilla con su nombre por algunas de las mozas casaderas del pueblo.
Haré mención a dos símbolos hoy desaparecidos de aquel entorno del Molino Don Juan: "Las Casas Baratas", tan baratas que se cayeron antes de una terminación que nunca ocurrió, aunque alguna de ellas llegó a estar ocupada, y "La Virgencilla", monumento sencillo en forma de baja espadaña con una imagen en cuadro de la Virgen de Gracia y una lucecita siempre encendida, que se situaba a la izquierda de la carretera a la altura del campo de prácticas. "La Virgencilla" era lugar de encuentro y punto de referencia que sugiero a nuestro Ayuntamiento recuperar aprovechando la próxima reconversión de ese antiguo campo de prácticas en recinto ferial.
Después del tradicional desfile de gigantes y cabezudos, la noche del 14 de agosto no había verbena ni espectáculo alguno, sólo cine en el de verano de calle Pilarejo. Las parejas de novios tenían que sacar, por cuestiones de decencia puritana, tres entradas, las propias y la del acompañante de turno. Las películas que solían poner los días de feria eran generalmente de las conocidas como "españolás"; el resto del verano intercalaban películas del oeste y de romanos o alguna que otra más o menos soportable. El cine disponía de un amplio patio de incómodas butacas, y en la parte delantera de un "gallinero" con bancos sin respaldo más incómodos todavía. A pesar de todo, ir al cine en las noches calurosas de verano era la mejor excusa para tomar el fresco y dar unas reconfortantes cabezadas.
La subida a la Virgen se realizaba a pie, muchos devotos lo hacían descalzos y algunos de rodillas a lo largo de la noche por un camino muy estrecho y pedregoso con las mismas curvas que ahora pero tan estrechas y cerradas que era imposible subir en coche y para hacerlo en moto había que bajarse y retranquearla en algunas de las curvas. Una vez llegado a lo alto, para apagar la sed, como al Santuario no llegaba el agua corriente, había que beber de una tinaja utilizando un caldero mediano de cobre que colgaba de un gancho suspendido del techo en la habitación que hay entrando al patio a la izquierda. El agua que llenaba la tinaja era traída pacientemente por el buen hombre y recordado santero Domingo el Morro, ulizando una borriquilla de su propiedad aparejada con unas "aguaeras' desde un pozo existente entre olivos en el paraje de la Hoya.
En las afueras del santuario se daban cita vendedores ambulantes de helados y de chumbos, así como charlatanes que rodeados de curiosos relataban, señalando con un puntero sobre coloreadas láminas de pintura ingenua, escenas historiadas de crímenes y desamores; también había gitanas que por unas pocas perras gordas leían las manos y echaban la buenaventura.
Quienes vivían en el campo acudían al pueblo al amanecer; venían andando, en carros o en bestias, y se hospedaban, cuando no tenían casa familiar, en alguna de las desaparecidas posadas: la de la Corona en el Paseo, la de Jerónimo en calle Nueva, o las de la Plaza y calle San Juan; también utilizaban algunos modestos bares como el de."Toro" o algunas típicas bodegas como la del "Ocho" o la "Viuda" para dejar las talegas y canastos en que traían sustanciosas viandas con las que después de bajar del cerro reponer fuerzas, mien tras refrescaban sus gargantas con cervezas y refrescos o unas reconfortantes "latillas" de vino.
Por las tardes en el Paseo se celebraban carreras de sacos y cucañas; hay que ver cómo se ponían los chavales tratando de subir por una resbaladiza viga cubierta de grasa para alcanzar un billete que en el mejor de los casos no superaba las cien pesetas. Los modestos columpios, que llamábamos "cacharritos", no pasaban de una pequeña noria, un tiovivo, unas barquillas y unos balancines movidos manualmente, y se instalaban entre la antigua "Puerta de la Eva" y la "Puerta de la CiIIa".
Había tómbolas de las de "por un punto una petaca"; casetas de tiro al blanco con "escopetas de feria" que fallaban más que les correspondía por definición y casetas de turrón que jalonaban la calle Carrera y el Paseo, donde comprábámos refrescantes cocos, peladillas y cartuchos de garrapiñadas. En la alto de la calle Pavia, donde estuvieron los famosos y copleados anuncios de "salitreta de Tembleque" y "Jota Mayayo" , se instalaban las "buñueleras" con Sus sabrosos frutos de sartén que hacían a mano y vendían ensartados en verdes juncos; y en la fachada del Nazareno montaban su tradicional puesto los afamados caldereros con los más variados utensilios de hierro, metal y cobre. También pululaban por doquier vendedores ambulantes, de helado y de barquillos con sus inseparables carritos, y de pipas, avellanas, "garbanzas tostaos" y camarones que portaban sus mercancías en canastos colgados del brazo y servían con un pequeño almud por "almorsás" o rellenando sencillos cucuruchos de papel.
Uno de los vendedores que más llamaba la atención era el "tío de la merengá" que hacíá propaganda de su producto con un sonoro y pegadizo reclamo:
Ya está
aquí otra vez
el tío de
la "merengá”
con sus
dulces merenguitos,
¡Ay que ricos,
que buenos están!
Para que
los niños puedan chupar,
chupar, chupar, chupar.
Junto al Paseo se instalaba el pesado artilugio del porro y la maza donde los jóvenes probábamos nuestra fortaleza intentando vencer la fuerza de la gravedad de un fuerte mazazo, y ya en la tarde noche aparecían y desaparecían los trileros, que camuflados entre la gente en la puerta de "La Cilla" intentaban hacer su negocio timando a los incautos.
Las ferias de aquellos años no estaban exentas de expresiones de exaltación política, y de todas, la más significativa era el solemne "Te Deum" en acción de gracias organizado por el Ayuntamiento, que se celebraba al mediodía del día de la Virgen en la Parroquia de Santa Ana y al que acudía en procesión cívica el Consistorio bajo mazas presidido por el Alcalde con chaqueta blanca y camisa azul del llamado "Movimiento". Otra expresión, ésta de poco gusto e imaginaciór era la iluminación extraordinaria que colocaban en las principales calles: bombillas de transparente incandescencia componiendo letras que al ternativamente formulaban vivas y arribas al dictador y su régimen. Pero la gente pasaba por debajo cuando menos con indiferencia, porque lo que de verdad le importaba era pasarlo bien y divertirse. Por lo demás, la calle Carrera desde el reloj hasta el Paseo se ponía de bote en bote; unos buscando novia y "dando valsones" comiendo de la mercancía adquirida a los vendedores ambulantes, y otros consumiendo en las terrazas de los céntricos establecimientos: La Agrícola, El Casino, Toro, José Luis y la Lobilla.
En los años cuarenta en Archidona se celebraron varias novilladas. Teníamos lo principal: esta maravillosa Plaza Ochavada, con suelo diáfano de tierra compacta y tres callejones, uno que hacía de toril, otro para los toreros desde donde arrancaba el paseíllo, y otro para la entrada y salida del público. Los balcones hacían de palcos donde preciosas archidonesas lucían sus mantillas. La carpintería de Luis Sillero se encargaba de montar el redondel y los tendidos con vigas de madera. Los burladeros se disponían con recias puertas o tablones, y sobre dos plataaformas de madera instaladas al efecto se colocaban la presidencia y la banda de música.
En una de esas novilladas sucedió lo que menos se esperaba, la plataforma de los músicos se desestabilizó y allá que trastabillados salieron rodando por el suelo músicos e instrumentos, con la suerte de que no hubo que lamentar más que el susto. Otro año, cuando el novillero de turno daba sus primeros pases de capa, ante la sorpresa y admiración del público saltaron al ruedo dos entusiastas espontáneos, Eusebio "el Caminero" y Manolillo "las Operas" que después de dar unos muletazos con sendas e improvisadas muletas fueron reducidos por la Cuardia Civil y retenidos hasta que terminó la novillada.
Años más tarde, en 7964, se organizó una becerrada en la explanada del Barrio de San Antonio. El redondel se formó con remolques y camiones cuyas plataformas servían a su vez de barreras seguras para el numeroso público asistente. Los diestros, vestidos de mayoral y que capearon las embestidas de la vaquilla como mejor pudieron, fueron los aficionados locales josé Luis Miranda "josele" y Juan Cano "El Niño de la Cova"; completaba el cartel un aficionado del Trabuco. Un simpático paisano de sobrenombre torero aprovechaba el evento para hacer su negocio repar tiendo con un botijo tragos de agua fresca. La resabiada vaquilla, que tenía más lances pegados de los que hubieran deseado nuestros tres improvisados toreros, después de recibir unos cuantos pases y provocar algún que otro revolcón para diversión del público, no pudo ser estoqueada por tan voluntariosos diestros y tuvo que ser reclamado un matarife para sacrificarla allí.
Otro espectáculo habitual de la feria eran las carreras ciclistas. En una de ellas a finales de los años cuarenta participaban corredores de Archidona y de Antequera; los archidoneses se presentaron con la bicicleta y el equipo que mejor habían podido agenciar, los antequeranos con equipos relucientes y bicicletas de último modelo. Cuando los locales vieron llegar al equipo de Antequera, quedaron tan impresionados que muchos de ellos se retiraron y sólo quedaron tres o cuatro dispuestos a batirse el cobre. Concluida la carrera por el recorrido oficial, Archidona, Salinas, el "Entreícho" y Archidona, nuestro voluntarioso y buen amigo Gregorio Salazar entró el primero en la meta del Paseo, pero fue descalificado porque, conocedor del terreno, lo acusaron de "trochar" por algún vericueto. No obstante la sorpresa que Gregorio soportó al haber sido descubierto no fue mayor que la que se llevó cuando venía por lo alto de la Cuesta del Santo, que creyendo estar llegando el primero a Archidona gracias a su ardid, se encontró con que su compañero de equipo Carloto, utilizando similar pero más efectiva picaresca lo estaba esperando allí. Lógicamente los del equipo rival protestarory y para resolver el problema los organizadores acordaron repartir los premios de cien, cincuenta y veinticinco pesetas entre unos y otros.
En feria casi siempre se organizaba algún partido de fútbol. Los partidos se celebraban en el duro y rocoso campo del Llano, con un desnivel a lo ancho de más de un metro. Las piedras de la falda de la sierra delimitaban el campo y servían de asiento a los espectadores; los jugadores utilizaban como vesfuario natural los olivos de laltaza adyacente, y para refrescarse al final del partido tenían que trasponer hasta la Fuente de la Pava. Podría citar a muchos de ellos, pero como símbolos de toda una época sólo citaré al "Chico Panochas", al "Chico de la Castellarra" , al "Buches" y al "Moralo" , que fue portero y años más tarde entrenador del equipo; suya es la conocida frase con que trataba de aleccionar a sus pupilos: «¡Que no quiero "grobos"!». De su época de portero recuerdo, siendo muy niño, que había un gran equipo al que los aficionados animaban cantando:
¡No hay
quien pueda con el "Grillo"
Y con la
gente de Aguilera!
En una ocasión nuestro equipo, acompañado de numerosos aficionaclos, se desplazó en camión a jugar un partido en un pueblo vecino; cuando más que mediada la segunda parte los nuestros metieron un gol y se pusieron ganando, los aficionados del lugar no pudiendo soportar tamaña "humillación", arrancaron una de las porterías y se la llevaron a cuestas, por lo que el árbitro, sorprendido e impotente, tuvo que dar por concluido el partido antes de tiempo, y nuestro equipo, con sus seguidores entre cabreados y divertidos, volver a casa con los consabidos comentarios no exentos de cachondeo.
La verbena era la atracción principal del programa de feria en aquellos años y la más esperada por las parejas en una época en que bailándose "agarrao" había pocas oportunidades de amartelarse en público. Como era multitudinaria y de pago, se decía que era la fuente de ingresos con que la comisión de fiestas financiaba los demás gastos de la feria sin costarle ni un duro al Ayuntamiento. La "Orquesta Torcal' con Paquito Berrocal como vocalista era la encargada habitual de animar la verbena; todavía resuenan en mis oídos los repetitivos ecos de "La Casita de papel" o "La borrega Lucera" de Emilio el Moro. Más tarde, por unos años se haría célebre la orquesta "Los Botones", Agrupación Musical juvenil alicantina de numqrosos y bien trajeados componentes. Otras orquestas comenzarían a tocar en la verbena con vocalistas femeninas, que la inventiva popular y la represión sexual del momento bautizaron como "ensalamaoras".
Los jóvenes lo pasábamos muy bien en la verbena, bailando y tomando copas de "Licor 43" o de "Menta”, bebida que las puritanas lenguas calificaban como poco honesta porque exaltaba la libido, -¡como si con la edad que teníamos entonces necesitáramos exaltación alguna!-
En el verano de 1959 se puso de moda, por aquello de la reciente revolución cubana, el cuba-libre, vocablo hermoso en su significado por las esperanzadas expectativas de libertad para aquel apasionante país hermano. Pronto el término lingüístico degeneró en el popular "cubata" y las esperanzas de libertad para Cuba en otra dictadura.
Aparte de la noche del día 15, la más especial de todas era la del 17 porque se celebraba el esperado y famoso cotillón, con confetis, serpentinas, antifaces, gorros y matasuegras, que hacían que nos divirtiéramos riéndonos unos de otros como también de nosotros mismos. Todos los años en esa noche era elegida por un jurado "Miss verbena" ; recuerdo con especial cariño la del año 1961 porque dos meses después sería mi novia y con el tiempo esposa y madre de mis hijos. Gracias, Mercedes.
El sentirnos tele-vigilados desde los balcones quienes teníamos novia en el paseo no era óbice para que lo pasáramos.bien. A las tres de la madrugada a Ias jovencitas del Correo les mandaban el último aviso de recogida por medio de un emisario que conseguíamos eludir durante un tiempo ocultándonos entre las palmeras; no obstante antes o después tres parejas terminábamos quedándonos sin acompañante. A partir de entonces serían nuestras propias novias quienes nos controlaran désde los balcones hasta que casi a los repiques terminaba la fiesta; y no sabemos, aunque es fácil de imaginar quienes resistiríamos más, ellas vigilándonos por détrás de las persianas o nosotros en la barra de la verbena rematando la fiesta.
En nuestra habla popular hay algunas frases hechas que se suelen escuchar en estas vísperas de feria: "Me levanté a los repiques” dicho por quien madruga; "Me acosté a los repiques" o "Nos dieron los repiques", dicho por quienes trasnochan. Otrosí cuando meses antes de la feria da comienzo una obra es corriente escuchar a los albañiles: 'Aquí sentimos los repiques", noticia poco halagüeña para el "paganinis" de turno, que larecibe con la "risa del conejo". Hay otra expresión más que se suele escuchar desde dos o tres semanas antes de cualquiera de las grandes fiestas, cuando requerido un profesional para realizar un trabajo, con cierta displicencia y dando largas contesta: "Ya hasta que no pasen estos días...".
Para concluir, decirles que nosotros por supuesto no tenemos que esPerar a "que pasen estos días" para divertirnos y pasarlo en grande. Comencemos desde este mismo momento y "quenos den los repiques" todos los próximos amaneceres; dilatemos y estiremos los días a partir de hoy, porque lo tradicionales toques de campanas que comenzaron ayer significaron el pistoletazo de salida. Los trajes de gitana y de flamenco los tenemos preparados, las casas y fachadas recién pintás, los patios enjalbegados, las cenefas echadas, el cuchillo del jamón afilado, las calles iluminadas, las casetas de turrón y los columpios montados, los chiringuitos y bares con los congeladores llenos, y las casetas de juventud con el ambiente y la música que a todos los jóvenes os gusta. Participemos en todas las actividades y diversiones que nuestro cuerpo nos permita, recorramos la feria de día y también la de la noche, montémonos en los columpios, visitemos las casetas, trasnochemos, bailemos, bebamos y comamos hasta donde cada uno aguante, sin más límite que nuestra propia resistencia pero sin pasarnos de esa línea que todos tenemos y debemos saber dónde está. Divirtámonos y gocemos con nuestros cinco sentidos. ¡¡La feria va a comenzar!! Y hasta que la traca final de los fuegos artificiales retumbe en nuestros oídos, disfrutemos y saquémosle tod¡r el jugo a cada uno de los momentos, que serán únicos e irrepetibles, y estad seguros que no volverán.
Pero antes, no dejemos de subir al cerro en romería a visitar a nuestra Santísima Madre, que Archidona tiene bastante más que "Blanca Paloma", tiene como anunció el Angel ¡a la "LLENA DE GRACIA", que es nuestra, lleva quinientos cuarenta y siete años con nosotros y en cualquier lugar del mundo donde haya un archidonés allí está Ella! ¡No permitamos que decaiga la más multitudinaria y devota tradición de Archidona! Subamos todos a la Virgen la noche del catorce o la madrugada del quince, honremos a nuestra Señora, abrámosle nuestro corazón y hablemos con Ella, porque una Madre siempre escucha y protege a sus hijos y nunca Ios abandona.
Que la Santísima Virgen
de Gracia nos ampare y acoja, extendiendo su manto de protección sobre este
antiguo, bendito y maravilloso pueblo de Archidona.
¡Muchas gracias y
felices fiestas!
PREGÓN
ANTONIO SALAZAR
Cuando yo era
chico, el pito de la “sufurera” suponía el final del partido de fútbol que cada
día se disputaba en la Plaza de la Iglesia. Al acabar las clases de la mañana
en Jeromín, un tropel de escolares salía de estampida escaleras abajo, cruzaba
la calle Carrera y subía a todo meter la calleja de la parte de arriba de
Enrique Toro en dirección, como digo, a la Plaza de la Iglesia. Allí se elegían
a “pares o nones” los dos equipos y se dejaba claro que el partido terminaría
“cuando pite la sufurera”. No sé cuántos años habrán pasado desde que ya no se
escucha, pero yo no he dejado de oírla. La he oído en los sitios más
insospechados y sin previo aviso. La he oído – o he creído oírla que para el
caso es lo mismo- incluso en el extranjero. Exactamente igual que me pasa con
los campanilleros y los repiques. Por no hablar de las veces que de pronto me
digo a mí mismo “- Huele a las madalenas de mia tía Trini”. O “- Cómo va a oler
aquí a “alperchín” si ni siquiera hay olivos”. Olivos no había, pero yo olía a
“alperchín”.
Dicen que eso
son cosas de la edad, pero no es cierto. A mí me ocurría cuando tenía veinte
años y me sigue ocurriendo ahora. A lo mejor sólo son figuraciones mías. O
probablemente Pregón de la Real Feria de Agosto ARCHIDONA 2011 ANTONIO SALAZAR
Plaza Ochavada, sábado 6 de agosto 40 lo que me pasa, como me decía un buen
amigo, es que yo soy más de “Archiona” que los Cuatro Cantillos. La cuestión es
que gracias a la actual Corporación me veo aquí en la Plaza Ochavada dando el
pregón. “En mi vida me he visto en tal aprieto” que diría el poeta. Me refiero
a Lope de Vega, no al Chelu. En esta tesitura de poco sirve tener tablas, como
es mi caso. No os voy a negar que me siento orgulloso y acongojado a partes iguales.
O a lo mejor no tan a partes iguales. Y es que cuando yo era chico, lo que
menos podía figurarme es que iba a ser actor, y mucho menos pregonero. Yo de
chico lo que quería era ser torero. A mi abuelo Joaquín el Herrero – o el
Maestro, como respetuosamente le llamaban sus compañeros en lo de Arteaga – le
gustaba mucho llevarme a la taberna del Valiente para que los parroquianos
vieran la imitación que yo hacía del Cordobés. Como estaba gordito, al hacer el
pase de pecho mientras decía “ – Ooooléééé” , indefectiblemente me caía de
culo, con el consiguiente regocijo del personal. Ésa supongo yo que sería mi
primera actuación en público. Y parece ser que no me fue mal, porque me cuentan
que repetí el espectáculo de El Cordobés en lo de Juan Astorga y sobre todo
“ancá Garrío”, donde me consta que mi arte era muy apreciado. Frecuentando
desde pequeño ambientes tan selectos, es normal que yo haya salido muy
feriante. Mis primeros recuerdos de la Feria son los cacharritos que se ponían
en el Paseo, justo donde ahora se encuentra la estatua del Despistao. Perdón,
quería decir de Blas Infante. No eran más que unas barquillas y una pequeña
noria, pero a mí me parecían impresionantes. Otro de mis primeros recuerdos son
los cohetes y por supuesto las varillas, en aquellos entonces un preciado
trofeo difícil de conseguir. Por suerte mi abuela Casilda vivía por esa época
en la calleja Gallardo y no era infrecuente que cayera al patinillo alguna que
otra varilla. En esa misma casa vivió un tiempo después mi chacha Araceli.
Recuerdo también que me encantaba comer turrón del blando, que venía envuelto
en papel plateado y pringaba muchísimo. No he perdido esa costumbre, y aún hoy
cuando paso por las casetas siempre me gusta comerme un cachito, porque si no
me parece que no he estado en la Feria. De igual modo me llamaba mucho la
atención las bombillas de colores, que formaban el sendero mágico de la
diversión y las ilusiones. Dado que el alumbrado público de la época era más
bien parco, las bombillas resaltaban en todo su esplendor. O al menos eso me
parecía a mí. Lo mismo que las bombillas amarillas que se ponían en las puertas
de las casas. Tengo que aclarar que como no soy un erudito ni un intelectual,
he recurrido a los pregones anteriores para buscar inspiración. Y he de decir
que me han servido de mucho todos ellos, cosa que les agradezco a los
pregoneros.
Consciente de
la imposibilidad no ya de superar sino simplemente de igualar los ya
mencionados pregones, me conformaría con haceros pasar un rato agradable
contando cómo la Feria y mi pueblo han influido en mí hasta el punto de
determinar el oficio al que me dedico, que más que un trabajo es una forma de
vida. Sí, amigos. Y es que para mí la Feria terminó convirtiéndose en sinónimo
de TEATRO. Una actividad en la que según nos dejó dicho Shakespeare por boca de
Hamlet, hay que dejarse “… guiar por la discreción […] con especial cuidado de
no rebasar los términos de la naturalidad. Toda afectación es contraria a la
finalidad del teatro, que fue, cuando nació, y sigue siendo, servir de espejo a
la naturaleza, mostrar a la virtud sus dimensiones, a la estupidez su verdadero
rostro, y a cada época y a cada cuerpo social sus señales de reconocimiento”.
Precisamente lo que más por intuición que por oficio empezábamos a hacer en el
Grupo de Teatro Independiente Sándalo allá por los primeros 80. Nacimos en el
Teleclub, que durante bastante tiempo fue el centro de la vida cultural de
Archidona, de donde partieron otras valiosas iniciativas como los Recitales de
Poesía, el Cineclub o el resurgir del Carnaval, amén de un sinfín de
actividades lúdicofestivas propias de la edad de los que allí nos reuníamos. La
movida cultural archidonesa de esos años tuvo gran importancia, de hecho creo
que no ha vuelto a producirse una eclosión similar de talento en nuestra
ciudad. El Teatro se convirtió, insisto, en parte de la Feria durante unos
años, ya que adquirimos la costumbre de estrenar un espectáculo en esas fechas.
Así es que en cuanto terminaban los exámenes el Teleclub adquiría un fantástico
y surreal aspecto de nave de los locos. Arriba en el salón de actos tenían
lugar los ensayos y en cualquier lugar del edificio te podías topar con parte
de la escenografía, el atrezzo o el vestuario. A esto había que sumar el
trasiego que tenía lugar por mitad del pueblo a medida que se aproximaba la
Feria y por tanto la fecha del estreno, con lo cual entre la calle de la Plaza
y el Polideportivo se oficiaba el ritual de transportar todo lo necesario de un
lugar a otro. A mano, por supuesto. Y cuando digo a mano hablo de cargar desde
las pesadas cestas de vestuario a todos los hierros que componían el escenario
portátil que utilizábamos en las actuaciones, pasando por el telón y las
bambalinas. La 42 furgoneta, que como correspondía a una Compañía de nuestra
categoría ostentaba la publicidad del Fino Patachula, sólo podíamos permitirnos
el lujo de alquilarla cuando íbamos de bolos fuera de Archidona. Hasta ese
punto llegaba nuestro entusiasmo. Y nuestra economía. Fueron innumerables las
peripecias que vivimos, desde la incorporación espontánea al escenario de
personas que no estaban en sus cabales a tener que utilizar un gallinero como
camerino, pero guardo especial cariño de una función que hicimos en las Huertas
de Río de la obra Tres sombreros de copa de don Miguel Mihura. Para empezar
cuando llegamos no había nadie para recibirnos, costumbre muy arraigada en los
concejales de Cultura y que perdura hasta nuestros días. Nos tenían que abrir
el edificio que hacía las veces de capilla, escuela y tenencia de alcaldía para
utilizarlo como camerino y almacén. Al portador de las llaves lo encontramos
plantando unas habillas, y hubo que aguardar a que aquel buen señor las regara
a conciencia “ – Si no enseguía se ponen malas, sabe usté? “. Una vez regadas
las habillas y abierto lo que ahora los burócratas denominarían “el edificio de
usos múltiples”, nos encontramos con un serio problema. La única farola que
alumbraba la explanada nos estorbaba para montar el escenario. Se optó por
quitarla. Pero claro, en la caja de herramientas se nos había olvidado echar
los alicates. Dado que del equipo técnico habitual – es decir el formado junto
con Manolo Capote, José Manuel y Paco Romero – el más torpe con diferencia era
yo, me tocó ir a pedirlos por las casas. Lo que en principio pudiera parecer un
marrón se convirtió en una experiencia deliciosa porque en cuanto se corrió la
voz de que había un cómico pidiendo unos alicates, tuve ocasión de comprobar lo
serviciales y hospitalarios que eran los vecinos de las Huertas, que en menos
que canta un gallo hicieron aparecer alicates, tenazas y hasta una cizalla.
-“Por lo que embeba” me dijo el dueño como justificación. Por supuesto no pude
regresar con las 43 herramientas sin zamparme antes un bollo de aceite y un par
de madalenas que las vecinas insistieron en proporcionarme con el irrefutable
argumento de que estaba “en las guías” y parecía “la tablilla un coto”. Dije
que no al café con leche tamaño entre lebrillo y palangana pero fue inútil: “–
Chiquillo, te lo tomas bebío “. Una vez solventados todos los inconvenientes y
cinco minutos antes de empezar la función nos dimos cuenta de que en la
plazoleta no sólo no había nadie sino que además si aparecía algún espectador
no tendría donde sentarse. No había nada ni nadie. Detrás del telón las caras
eran todo un poema. De pronto comenzó a oírse un murmullo de gente que se
aproximaba y que, silla en mano, tomaba asiento frente al escenario. En apenas
diez minutos aquello estaba a reventar de gente, con los niños sentados en el
suelo y tras ellos una primera fila de vecinas que venían provistas de sus
labores de punto. ¡ Qué magnífica función fue aquélla! ¡El público comentaba la
obra como si estuviera en al salón de su casa, se partía de risa en las escenas
cómicas y guardaba un respetuoso silencio cuando correspondía. No parecía que
aquélla fuese la primera función de teatro que veían muchos de los allí
presentes. Pocas veces he visto una ovación tan sincera y agradecida como la de
aquella noche. En eso consiste la magia del teatro popular. Años después me han
preguntado muchas veces por qué decidí hacerme actor. Inmediatamente me viene a
la cabeza alguna de las muchas anécdotas con Sándalo y sonrío para mis
adentros. O bien respondo con aquello que afirmaba Marcelo Mastroianni : “Para
mí actuar es como hacer el amor. Cuando lo hago disfruto y cuando se acaba
siempre espero poder repetir”. Decía Federico García Lorca que “un pueblo que
no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo”. No
caigamos en ese error. Propongo humildemente recuperar la magia del Teatro para
la Feria. Y llevarlo a barriadas y pedanías. Mi experiencia me demuestra que
tanto en las Huertas, como en Salinas o en la Estación, por poner un ejemplo,
el público es sabio y agradecido. Ése sería mi deseo como pregonero. Y como
hombre de Teatro, mi deseo sería homenajear públicamente a aquellos locos
geniales que formaban la que desde entonces es y será siempre MI COMPAÑÍA:
Manolo Capote, Montse Escobar, Manolo Sánchez, Maribel Núñez, Alfonso
Fernández, Maribel Nuevo, Rosi Sánchez, Paco Romero, Tere Parejo, Loli Nieto,
Mayte y José Manuel, Valeriano Martín, Mari Juli Cano,Mª José Casado,Gloria
Santana, Maribel Lara y de manera muy especial los componentes del Grupo de
Teatro Infantil de Sándalo. Gracias a ellos me hice actor.
Es obligado,
creo, y natural acordarse de los que ya no están. Y yo me acuerdo especialmente
de mi abuelo Joaquín y mi abuela Casilda, que con tanto amor me criaron y
procuraron educarme como un hombre de bien. De mis abuelos paternos Antonio el
Catano y María Díaz, de mi primo Juan el taxista, de mi tía María y mi tío
Manolo el Niño de la Cilla, el archidonés más archidonés que he 44 conocido en
mi vida y también el más alegre, de mi tío Manolo Aranda, de mi tío Paco y mi
tía Trini, la mujer de la risa fácil y los aceitaos que podrían haber competido
y ganado en cualquier concurso de alta repostería, de mi tío Pepe y sus
magníficos vinos. De todos ellos me he acordado y me acuerdo. Como también lo
hago de los amigos que se fueron antes de tiempo y nos dejaron un poco más
solos; como hicieron Juanma Loza y Paco Romero, y más recientemente Pablo
Gómez. Mi corazón está con todos ellos, porque conviene no olvidar que el
significado etimológico de recordar es “volver a pasar por el corazón”. Cuántas
veces he vuelto yo a pasar por el corazón a mi pueblo estando por ahí, por esos
caminos que son la sala de estar de mi estirpe, la de los cómicos de la legua,
los que antes llamaban robagallinas y ahora pancarteros, los que no podían ser
enterrados en sagrado por el pecado de ser libres y cantar las verdades del
barquero, los que como única posesión tienen las palabras, palabras, palabras
de Hamlet, que no son sino “los dulces andrajos de un linaje principesco”.
Quizás por ese continuo trajín y ese estar fuera continuamente les tengo una
especial simpatía a los emigrantes. O dicho en archidonés a los trepaorzas .
Creo que comprendo bastante bien ese tener el sustento en un país y el alma y
el corazón en otro. No es nada fácil, créanme. Y para muchos de ellos doloroso.
A veces tengo la impresión de que no hemos reconocido suficientemente su
sacrificio. Y digo sacrificio porque no es lo mismo dedicarse a un oficio
viajero por placer y por vocación como es mi caso, que tener que dejar tu
tierra por necesidades económicas o políticas. Nuestro emigrantes han sufrido y
sufren en ocasiones un doble desarraigo, que es el de llegar a un punto en el
que no se es ni de un sitio ni de otro. En los dos lados se les considera
forasteros y en no pocas ocasiones no pueden pasar sus últimos años en su
pueblo porque los hijos y los hogares ya quedan en el sitio donde emigraron.
Sin duda les debemos un reconocimiento a la altura de lo que su contribución
supuso, que no fue únicamente el sostenimiento económico de muchas familias en
momentos de auténtica penuria, sino también su aportación a la educación, la
cultura y la apertura política de la dictadura. Pero lo que indudablemente
identifica a todos ellos es su amor por Archidona. He tenido la suerte por mi
oficio de actor de recoger ese cariño y ese afecto por todo lo que les recuerda
a su pueblo. Y es que la parabólica hace milagros, y paisanos de Suiza,
Francia, Bélgica o Alemania se me han acercado para contarme con un brillo
especial en los ojos que me habían visto en televisión. En realidad ese brillo
y esa ilusión en la mirada no es más que la alegría que les da ver a un paisano
suyo en la tele o en el cine porque les recuerda a Archidona, y porque de
alguna manera ellos, a miles de kilómetros, más que verme a mí están viendo la
Plaza Ochavada, la Vega o un mollete con chicharrones. Lo mismo me pasa con el
Teatro. A veces después de una actuación en Cataluña o en el País Vasco se me
acerca alguien que suele empezar diciendo “ – Tú no te acordarás de mí pero en
45 Archiona me disen …” Inmediatamente ya sé que estoy con un paisano o paisana
y que voy a tener el placer de echar un buen rato de charla. Hagámosles,
insisto, el homenaje que se merecen de una puñetera vez. Hay otro colectivo al
que me gustaría dedicar muy especialmente este pregón. Y es al de las mujeres
archidonesas en general y a las pertenecientes a la generación de mi madre en
particular. Y no me refiero al tópico de su belleza. Cualquiera que me conozca
ya sabe que a mí las mujeres me gustan mucho y las de Archidona especialmente,
pero eso con que lo sepamos ellas y yo es más que suficiente. Me refiero a un
aspecto a veces obviado u olvidado de esas mujeres, y es su decisiva aportación
para elevar el nivel educativo y cultural de esta ciudad. Mi madre y las mujeres
de su generación sufrieron en sus carnes una doble discriminación, la de
pertenecer a un entorno rural y la de ser mujer. Ambas supieron afrontarlas con
inteligencia. Desde bien pronto entendieron que el asociacionismo era
prioritario para conseguir sus objetivos, y pusieron en marcha las primeras
asociaciones de mujeres, vistas en no pocas ocasiones con burla o desprecio por
la mentalidad machista de la época. Pues bien, consiguieron desde crear
cooperativas y puestos de trabajo a formar social y culturalmente a sus
integrantes. Esa generación fue capaz de educar de manera eficaz a unos hijos
que muchas veces las rebasaban en conocimientos, de superarse a sí mismas y a
las limitaciones de la época y de formar parte insustituible desde entonces y
hasta ahora de la vida cultural de Archidona, en donde organizan o forman parte
de eventos de toda índole de los que a mí me gustaría destacar el Club de
Lectura, ejemplo de libro de una actividad sana, formativa, participativa y
tremendamente enriquecedora. Así pues quiero agradecerles su decidida apuesta
por la cultura, y como la persona que tengo más a mano es a mi madre, a ella me
dirijo en representación de esas mujeres: muchas gracias por facilitarnos el
acceso a la cultura y elevar el nivel cultural de esta ciudad. Siempre
contareis con mi admiración y mi respeto. 46 Pero no nos pongamos solemnes.
Estamos aquí para anunciar la Feria, que no es sino la Fiesta con mayúsculas
del cuerpo y del espíritu. La revancha gozosa del deleite frente a los
horarios, las obligaciones y las rutinas. El merecido disfrute que se procuran
las buenas gentes de esta tierra. ¡Pueblo de Archidona! ¡Yo os convoco las
Fiestas de Agosto! ¡Y nombro Heraldos de la Diversión a mi tía Fali, a mi
hermana Eva y a mi hermana Laura! ¡Portavoces de la Feria a mi padre, a mi
primo Francisco y a Manolo el Chori ! ¡Embajadores de Archidona a mi tía
Rogelia, mi tía Encarni, mi tía Lola, mi tía Dulce y mi tío Enrique! ¡Pregonero
póstumo a mi tío Manolo “el Niño de la Cilla” ¡ ¡Niños y niñas de Archidona!
¡Hacedme el favor de emborrisarse de ilusión y fantasía! ¡La Feria os pertenece
más que a nadie! ¡Hincharse de chucherías en las casetas y de pasearse en los
columpios! ¡Lobatonas, lobatones: comerse a besos por las esquinas! ¡Cantad
hasta quedarse roncos! ¡Bailad hasta que salga el sol! ¡Paisanos! ¡Paisanas!
¡Que no se diga! ¡Enseñadle a los forasteros como habeis hecho siempre vuestra
hospitalidad y vuestra alegría! ¡No fallarme! ¡Por los sibancos y las
setarillas! ¡Por los esnortaos y los singalachones! ¡Por los mostachones, la
porra y las papandúas! ¡Por la Ive, Pilatos y las Pescarías! Y sobre todo,
paisanas, por que salgáis de la Plaza con una sonrisa dibujada en el rostro.
Para que cuando volváis esta noche y os pregunte vuestra vecina: - “Cucha, ¿de
dónde vienes tan contenta? “ . Le digáis: -“De echar un ratillo mu apañao con
el pregón que ha dao Antonio Salazar”. - “No me suena. ¿Qué es, forastero
quisá? “ -¡ Anda, anda! Forastero ni forastero. ¡Chiquilla quién va a ser! Pues
tu paisano: el niño de Tere Luque y Antonio el Catano”.
TELÓN
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