¿Enfoque manual o automático?
Ante la discusión de si es uno mejor que otro, conoce cinco situaciones en las que el enfoque manual es una mejor opción que el automático.
Los modelos digitales de hoy día cuentan con una gran variedad de funciones de enfoque automático que van desde los clásicos modos simple (enfocar y disparar), continuo (seguimiento de motivos en movimiento) e inteligente (simple o continuo en función del motivo) de las cámaras réflex hasta los nuevos sistemas de detección de caras de las compactas. Todos ellos son estupendos para la mayoría de los casos, pero existen unas cuantas situaciones en las que conviene olvidarnos de tantos automatismos y hacer las cosas a la antigua usanza: al modo de enfoque manual. Veámoslas:
Luz escasa y motivos de bajo contraste
La primera y más evidente de todas las circunstancias en las que es mejor pasar al modo manual es cuando nos encontramos con una iluminación tan pobre que el sensor de enfoque de la cámara se muestra incapaz de hacer su trabajo. Seguro que os ha pasado alguna vez... pulsáis el botón de enfoque y escucháis como el objetivo pasa de un extremo a otro una y otra vez sin llegar a fijarse en ningún punto y, a veces, impidiéndonos incluso disparar. Comprobad esto, por ejemplo, llenando encuadre con un folio blanco o apuntando a un cielo despejado.
Algunas cámaras incorporan una luz de ayuda, otras proyectan una matriz láser y siempre tenemos la opción de utilizar los destellos del flash pero, al final, siempre nos encontraremos con situaciones en las que que todo falla y/o necesitamos una mayor velocidad.
Para las situaciones de bajo contraste una solución puede ser introducir un objeto y situarlo junto a lo que queremos fotografiar, que sirva de referencia al enfoque y retirarlo justo antes del disparo. Otra opción es buscar algún elemento que se encuentre a la misma distancia que el motivo, si es en manual, hacer el enfoque y luego encuadrar lo que queremos. Si es en enfoque automático, hay que entrenar nuestro dedo índice para que una vez hecho el enfoque (normalmente oímos un pitido a mitad de recorrido del disparador) mantener la posición del dedo, sin disparar, hasta realizar el encuadre deseado.
Macro
En la fotografía macro la profundidad de campo es tan reducida (estamos hablando de centímetros e incluso de milímetros) que necesitamos ser realmente precisos para conseguir la fotografía que buscamos. El enfoque manual es, sin la menor duda, nuestra mejor opción.
Retratos
A todos nos gustan esos fondos desenfocados tan bonitos que conseguimos utilizando aperturas grandes pero, al igual que con la fotografía macro, en los retratos el enfoque también es algo crítico con lo que debemos de ser precisos. Una técnica tan común como la de enfocar con el punto central y reencuadrar, como hemos apuntado antes es suficiente para que el plano enfocado se desplace de los ojos a las orejas arruinando la imagen. Con el enfoque manual, esta técnica carece de sentido y todo es mucho más directo y sencillo.
Rejas y cristales
Si alguna vez has intentado hacer una foto a través de las rejas de un zoo, del cristal de un museo o desde el interior de un vehículo (sobre todo si los cristales están sucios) te habrás encontrado con que la cámara tiende a hacerse un lío enfocando el obstáculo que encuentra en primer término en lugar de lo que en realidad queremos.
Con los cristales podemos reducir el problema colocándonos de modo que evitemos los reflejos (que es lo que confunde a la cámara en este caso) pero ni siempre podremos o querremos hacerlo, ni ello es garantía de encontrar una posición adecuada. Utilizando el enfoque manual junto a una apertura grande y acercándonos todo lo que podamos al cristal superaremos todos los problemas y haremos que desaparezca por completo de la foto.
Deportes y acción
El último de los casos en los que el enfoque manual puede ser nuestra mejor alternativa es cuando fotografiamos un motivo en movimiento a gran velocidad como una carrera o un animal. Dependiendo de la cámara y el objetivo que utilicemos, hacer estas fotografías puede convertirse en una experiencia realmente frustrante incluso con los modos de enfoque continuo.
Lo mejor es utilizar el enfoque manual y llevar a cabo la técnica del preenfoque, es decir, fijar el foco en un punto por el que sabemos que va a pasar el motivo y esperar al momento preciso para hacer la fotografía. Para asegurar un buen encuadre, conviene seguir al motivo con nuestro objetivo hasta el momento del disparo. Se trata de fotografías muy interesantes en las que se transmite la idea de movimiento al comprobar un fondo claramente movido y desenfocado.
Cogerle el truco al enfoque manual lleva su tiempo y necesita cierta práctica de modo que mi consejo es que tratéis de obligaros a utilizarlo siempre que os sea posible. Al principio puede que no consigáis ni una imagen pero ya veréis como con un poco de esfuerzo lográis mantener en foco incluso a motivos en movimiento. Nunca se sabe cuando vais a necesitar nadar así que mejor que empecéis a chapotear ya.